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Mira

8, julio 2014 - 16:51

┃ María Vega

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LUIS GARCÍA OLIVO
ENVIADO ESPECIAL

BELO HORIZONTE.- Inverosímil, pero cierto…

A Brasil no se le da su casa, aquí no puede contar grandes historias y menos en un Mundial, sino al contrario, se encarga de superar sus propias tragedias.

Después de la lejana derrota de 1950 a manos de Uruguay, treinta minutos bastaron para rebasar dicha catástrofe, pesadilla que no se compara con la que gestó Alemania en tan solo media hora, en donde una aplanadora humilló en el marcador, en la cancha y con la mano en la cintura nada más y nada menos que al anfitrión, quien a la postre se llevó el 1-7 jamás visto en su historia.

Treinta minutos vergonzosos para el brasileño en donde el Mineirao se silenció y se llenó de rabia, impotencia, lágrimas y recriminaciones a su equipo y a Luiz Felipe Scolari. Media hora en donde la peor historia jamás contada para los amazónicos se dio, se vio y se escribió, pues indudablemente esta deshonra superó en todos los aspectos a la del hace 64 años en el “Maracanazo”.

Hoy las viejas generaciones brasileñas añadirán otra y las nuevas verán en carne propia el flamante estigma para que no les digan o cuenten qué se sintió con la victoria de Uruguay en 1950.

Cuando todo Brasil llora, Alemania muestra su perfección, poderío, mentalidad, hambre y sencillez para superar las semifinales y postrarse como un serio candidato para llevarse el Mundial de Brasil, equipo con el que toma revancha luego de la final perdida en el 2002.

La cara de vergüenza invadió a la Canarinha, con soberbia goleada en contra le puso fin a sus dudas y su poco futbol mostrado, en donde Muller, Klose, Khedira, Kroos (2) y Schurrle (2) terminaron el Mundial que Brasil construyó por años, pero ellos lo demolieron en media hora.

LA PEOR HUMILLACIÓN

Se sabía la presión con la que Brasil le hizo frente a este Mundial, pero el hecho de despedirse humilladamente ni en sueños se creyó. El “papelón” de la verdeamarela fue ponderado, pero la gran capacidad de hacerle frente a once brasileños y a casi 70 mil gargantas amazónicas fue de grandes en el combinado alemán, quien jugó práctico, fácil, cual maquinita del “tiqui-taca” que aprovechó en todo momento la extraviada defensa del rival, por lo que no se conformó con un dardo, mató visceralmente al enemigo.

Con apenas diez minutos en el andar, Brasil mostró “dizque” argumentos, pero nada más quedó en espejismo, pues Alemania se hizo de la media cancha, le quitó el balón y agazapó al enemigo, originando el primer corner, el cual dio comienzo con la tragedia, pues Thomas Muller aprovechó el envío de Thoni Kross para sellar el 0-1.

Diez minutos después, la noche se le vino a Brasil, en jugada colectiva entre pases de Schweinsteiger y Muller, Miroslav Klose concretó el segundo en una gran definición, pero al siguiente parpadeó, Brasil se tragó el 0-3 en obra de Toni Kroos a pase Philipp Lahm.

La situación no terminaría aquí, ya que a los minutos 24 y 29, nuevamente Kroos y Khedira hicieron más grande la humillación con sus respectivos tantos, y exhibieron aún más la pobreza defensiva de Maicon, David Luiz, Dante y Marcelo, quienes fueron una caricatura, perdieron fácil los balones y no hicieron nada por su recuperación, por lo que vieron sencillamente la cadena de goles.

Inverosímil de contar y creer, pero en el pecado llevaron la penitencia, pues fue más su preocupación por la falta de Neymar que por encontrar una solida defensa, más allá de que también no contaron con Thiago Silva.

La victoria y el pase a la final por parte de los alemanes se fraguó en media hora, Brasil se derrumbó en algo impensado y el efecto arbitraje no dio de qué hablar, pues Marco Rodríguez no fue factor para propiciar la humillación, al contrario, representó formidablemente a México.

Para holgar la tragedia y basados en la practicidad de su futbol, Alemania se dio el lujo de apostillar el sexto. La media docena llegó en los pies de Schurrle, luego de uno que otro rasguño de los de Scolari por medio de Paulinho que atajó a perfección Neuer.

Cuando el brasileño aplaudió la completa superioridad y hasta con “¡oles, oles, oles!” ofendió a los suyos, el mismo joven Schurrle sacó un potente disparo que primero golpeó el travesaño y luego tocó por séptima ocasión las redes amazónicas. Era la catástrofe, era historia.

No hubo tiempo para más, ni para una hazaña de esas épicas que luego se llegan a contar, solamente el gol de Oscar que le dio una mínima alegría al pueblo amazónico, que tendrán un nuevo melodrama que contar y la primera para las nuevas generaciones que no vieron la del “Maracanazo”, pero sí la del “Mineirazo” en el adiós de Brasil de su propio Mundial en donde el factor del cómo, pesó más. Adiós Brasil, hola futura Alemania campeona.
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