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6, junio 2015 - 16:08

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POR JOSÉ ÁNGEL RUEDA
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BERLÍN.- Los años pasan pero los títulos quedan. El hincha del futbol, en este mundo que se debate los días entre el tiempo que se va y el que permanece, vive del recuerdo. El Barcelona tuvo que sufrir lo indecible para llegar hasta donde hoy está. Tuvo primero que definir una forma de pensar para después disfrutar y recoger los frutos del trabajo. Cuatro Champions en la última década elevan a los culés a ese lugar en donde solo los equipos de época permanecen, esos que se describen años y años después en algún café, cuando la nostalgia del mundo que nos deja se convierte en protagonista.

La Juve fue la víctima y el guerrillero. Al final el resultado de 3-1 miente. El trámite del partido contó una historia muy distinta a la que marcan los goles. Es cierto, el Barcelona dominó y llegó lo suficiente como para ampliar el marcador, pero la Juventus de Turín jugó a lo suyo y en su afán, hizo de esta final un partido inolvidable. Otra vez la memoria se mete en nuestro camino.

Los italianos buscaron la presión alta desde los primeros minutos, y hemos de decir que, pese a todo, jamás cesaron en su intento. El Barcelona comenzó la final con ligeros tropiezos, sin embargo, apenas a los 4 minutos, una jugada por la punta izquierda entre Neymar e Iniesta y que culminó Rakitic, con un disparo dentro del área dio inicio al vendaval.

Los blaugranas bien pudieron definir la final en los primeros 15 minutos. Oportunidades de Suárez, Alves y Neymar encontraron siempre unas manos de milagro propias de un arquero como el histórico Buffon. Ese portero que se agiganta cuando la vida parece venírsele encima. Las intervenciones de “Gigi” mantuvieron a la Juve con esperanza y tras soportar la tormenta por fin advirtieron cielos un tanto más azules.

La “Vecchia Signora” aprovechó su experiencia para resurgir de las cenizas. Pese al agobio de los primeros minutos, jamás mostraron un signo de desesperación y dedicaron sus fuerzas a desgastar al Barcelona. Los de Luis Enrique, aunque no lo parezca del todo, cayeron en la trampa. Con la pelota en los pies se sintieron cómodos, ante la espera, que parecía impostergable, del segundo gol.

La Juve no cambió nunca el guión. No era justo hacerlo. Allegri respetó el juego que lo llevó a la final. Aguantó en el fondo los intentos que, para el final de la primera mitad, el Barcelona propuso y llevó el partido a donde lo quería. Para el segundo tiempo el Barça salió en busca del segundo, sin embargo, la historia parecía escrita de otra manera.

Pocos pensaron que la Juve se iba a ir de la final sin pelear. Ante esa certeza, Morata, como un llamado de sangre, aprovechó al minuto 54 un rebote dentro del área y mandó el balón al fondo. Ahora sí que hubo festejo. El madrileño encendió una final que parecía perdida. La Juventus no solo encontró el gol. También la confianza necesaria para ir en busca del segundo que por momentos llegó a estar muy cercano.

Pero este Barcelona tiene algo lo hace resurgir cuando todo parece estar en contra. En una jugada aislada, Messi encontró un espacio y remató con la zurda. Buffon reaccionó bien, sin embargo, dejó el balón a merced del matador Suárez, quien con potencia mandó el esférico al fondo para devolverle la ventaja a un cuadro culé que minutos antes comenzaba a ver cómo la quinta Copa de Europa se le escapaba.

El gol hizo mucho daño a una Juve que, hay que decirlo, jamás dejó de luchar. Pero el futbol de los italianos no fue suficiente. De ganas no se vive. Los nervios propios de encuentro se mantuvieron hasta los últimos minutos. La Juventus sabía que no necesitaba más que un gol para mandar todo al alargue, sin embargo, el milagro no llegó y el Barça, a unos segundos del final, liquidó el partido con un contragolpe fulminante de Neymar.

El Barcelona conquistó Berlín para llevarse a casa su quinta Copa de Europa de la historia. Un Club por el que los técnicos y los jugadores pasan, pero no la idea y la filosofía. El equipo de Xavi, Iniesta y Messi se ganó el recuerdo inapelable que merecen los grandes. El Barça levantó una Copa para la eternidad.