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Mira

13, julio 2014 - 19:47

┃ María Vega

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RIO DE JANEIRO.- Pese a no dar vuelta olímpica, vuelta de campeón, Alemania festejó con los suyos.

Una vez después de que el capitán, Phillip Lahm, recibiera el título, los jugadores festejaron en equipo y con sus familias, quienes bajaron al campo, para después concentrarse en una de las cabeceras del Maracaná para celebrar con un grupo nutrido de alemanes que les aplaudieron y cantaron todo…

No era para menos, el ser campeón del mundo no se da todos los días, ellos lo supieron, por eso en esa parte de la cancha hicieron su fiesta, besaron la copa, ésta pasó de mano en mano, se clavaron en el césped, fotografiaron el momento, se aventaron agua, lo disfrutaron cual niños, mientras que el Maracaná hizo erupción con tantos fuegos pirotécnicos que iluminaron la noche.

La demás parte del Maracaná lloró desconsoladamente, pues era evidente la supremacía en las gradas de los argentinos, quienes vieron de lejos cómo festejó el europeo, las barras callaron y dieron pie a las lágrimas.

Cerca de ellos, el brasileño se vengó, cambió la tristeza de hace algunos días y pasó a la felicidad y a la burla al ver cómo su odiado rival se iba de Brasil con las manos vacías, el amazónico ahora le tocó disfrutar de las penas de otros.

Así el final del  Mundial, en una magistral noche, en una noche iluminada desde el Cristo de Corcovado y Copacabana con grandes fuegos pirotécnicos que vieron la conquista de un nuevo rey. (LGO/ Foto: Jorge Barrera/ enviados especiales)

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