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Mira

19, julio 2015 - 20:09

┃ ESTO

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EAST RUTHERFORD.- El trabajo que cuesta que regrese un balón a la cancha. Es como si la gente en las tribunas se sintiera un poquito más parte del futbol y se lo quieren quedar, lo abrazan y les cuesta desprenderse. Fueron varios los balones que llegaron hasta las gradas por la mala puntería de los futbolistas y entonces comenzaba el show para que regresara.

El futbol no es como el beisbol, que cada pelota que “vuelan” ya no regresa y se convierte en un souvenir. Por eso, si se tiene que devolver, qué mejor que un rato de sano esparcimiento. Sobre todo cuando el partido no da para clavar los ojos en la cancha.

Los que sufren, los muchachos recogebalones, quienes a la distancia parecen gritar que les regresen los esféricos para seguir en lo suyo. Así el entorno del juego entre México y Costa Rica, pasado por 38 grados centígrados que derretían rápidamente los hielos para enfriar las cervezas y ponían el anafre prácticamente a punto exacto para iniciar con el ritual de la carne asada.

Difícil de creer por el dominio que existe de los aficionados mexicanos en las sedes de este torneo, pero los ticos aparecieron en el estadio de Nueva Jersey seguros de que podían hacerle sombra a los mexicanos de siempre.

De los más de 70 mil boletos que se vendieron para la doble cartelera de ayer, se puede decir que quedaron repartidos en un 50 por ciento mexicanos, 40 costarricenses y el restante 10 por ciento quedó entre los panameños y trinitenses que también hicieron acto de presencia en el estadio.

Ahora sí fue una entrada más repartida, como el ideal de cualquier organizador marca, pero a la Concacaf realmente le ha venido bien en todas las plazas a las que ha ido el cuadro tricolor. Como siempre ha sido, como siempre será.

El juego se retrasó y el nerviosismo creció después de todo lo vivido con el Tricolor en los últimos días, días de un intenso ajetreo en las redes sociales que debía ser respaldado en la cancha, en donde la cosa no caminó tan rápido y la tensión subió un poco más. Pero mientras los de la cancha sufrían de más, los de la tribuna se divertían con cada balón que les caía, al final de cuentas, tenían que sacarle jugo a lo pagado por la entrada. (A.G. González/Fotos: Jorge Barrera/Enviados especiales).

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