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Mira

30, julio 2015 - 11:21

┃ Fernando Schwartz

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HAY una gran diferencia entre ser periodista, relator, analista, comentarista, reportero y cualquier otro título que le quieran dar a todos aquellos que nos dedicamos a la televisión y radio deportiva más medios escritos en torno al mismo tema. Muchos de mis colegas estudiaron otras carreras y por su pasión en el mundo deportivo acogieron esta bella profesión, hay otros que se hicieron en forma empírica y es admirable como avanzaron en este difícil camino, pero de ser periodista a cualquier otra actividad en el medio deportivo hay una brecha muy grande de separación.
Para ser periodista hay que estudiar una licenciatura de cuatro años especializada en la materia y que es diferente a la de licenciatura en medios de comunicación que abarca todas y cada una de las facetas. El periodista debe tener la sagacidad y audacia para discernir entre lo que es noticioso, informativo, sabiéndolo jerarquizar y utilizar el verbo, la gramática adecuada para plasmarlo ya sea por escrito, en la palabra o acompañado de imágenes. Ser periodista lleva la responsabilidad de no mal informar, no crear expectativas no reales ante la noticia y sobre todo tener veracidad en cada una de las informaciones que destaque, dándolas a conocer por su trabajo a través de la opinión pública.
Como en cada profesión existen jefes superiores, quienes marcan las líneas editoriales, la forma de trabajo a realizar para el medio y el consejo en la revisión de cada una de las informaciones que recopilemos en el día y que van muy de la mano de que para ser un buen periodista, hay que ser un reportero que persiga la nota en las calles, en sus fuentes, en sus campos de acción y que como decía mi maestro Jacobo “Aunque llegues al escritorio, nunca termines de ensuciarte los zapatos”. No busco con estos conceptos dar cátedra, nada más lo establezco para que entonces entendamos la labor de un narrador, un relator, un analista en el área de los deportes y ahora enfocado al futbol con los últimos acontecimientos.
El narrador, el relator como su propia materia lo indica, se encarga de contar lo que sus ojos ven. De llevar sus puntos de vista a la audiencia dentro del relato, la narración, la expresión de los acontecimientos en tiempo real y condimentándolo con un estilo propio. El relator, el narrador, el que en Estados Unidos se llama jugada tras jugada tiene el argumento de contar y no analizar, porque para eso tiene al comentarista o analista a su lado, experto en la materia que se dedica a desmenuzar los puntos finos del juego, los movimientos que se puedan realizar y las funciones en el campo de los protagonistas.
Dicho tal, ni uno ni otro, desde mi perspectiva, tienen el derecho de hacer burla o mofa de la persona que viste una camiseta, con un número y que representa a una institución. Hay forma de condimentar las narraciones y los comentarios, sin caer en ridiculizar u ofender al personaje en cuestión que también es un ser humano y que tiene familia como usted y yo.
Criticarlo o juzgarlo desde nuestra óptica en una acción del juego mismo es totalmente natural y válido, mas no poniendo la ofensa por delante, la burla. Se vale el manejo de la ironía o el sarcasmo hacia el juego, mas no hacia el jugador ya que aunque los milleniums estén felices con esto a raíz de la viralización que esto adquiere en las redes sociales, a final de cuentas se convierte en una burda escenificación donde uno con la voz y la palabra hace escarnio de aquel que desarrolla su deporte. Es lo mismo que caricaturizar ridículamente en forma grotesca y no con la finura que lo hacen los extraordinarios caricaturistas de este futbol mexicano y que con sus trazos editoralizan de una forma agradable y no en agresión como suele ser con la palabra de muchos.
Amenizar un juego tiene mil facetas. Ahí está la forma como lo hacía Ángel Fernández con sus ocurrencias y sobrenombes que marcaron época y en ningún momneto ofendieron permaneciendo varios de ellos a la fecha, así como el “Perro” Bermúdez ingenioso y con sus frases que lo llevaron también al mundo comercial. La ironía y el sarcasmo de las cuatro palabras de Don Fernando Marcos. La exquisitez en el lenguaje de dos maestrazos como ‘Sonny’ Alarcón y Antonio Andere. Del otro lado, el estilo ácido en sus inicios de José Ramón, que creó una forma diferente de crítica, que después y a la fecha se ha vuelto le pegó al primero que se me ponga enfrente o muchos de los afectados en esto pueden comprobar que no miento. Tirar la piedra y esconder la mano se ha puesto de moda. En 140 caracteres rompo madres. Con la mejor defensa la pantalla de cristal insulto, regodeo, y en el frente a frente bajo la mirada, la gorra y desaparezco. Para un pleito se necesitan dos. Uno se equivocó rotundamente. ¿Usted qué opina?