Con la tecnología de Google Traductor

Mira

29, agosto 2015 - 15:57

┃ José Ángel Rueda

nota-futi-barcelona-malaga

POR JOSÉ ÁNGEL RUEDA

BARCELONA.- Lo que cuesta hacerle un gol al Málaga, y no es que el Barcelona no lo intente, lo intenta y lo hace de muchas maneras, pero no se le da. Si se suman los partidos de la temporada pasada y los 74 minutos que el equipo de Luis Enrique tardó en perforar la meta de Kameni, nos da un total de 254 minutos. Demasiados si se toma en cuenta los jugadores que hay en el campo. Pero como es futbol y no entiende de lógica, el equipo culé sufrió hasta lo indecible para conseguir su segundo triunfo de la campaña, por la mínima, como pasó hace una semana en San Mamés.

El Málaga es un equipo bien hecho. No solamente por la capacidad demostrada para exasperar hasta el límite al campeón de Liga, sino por esa heroica muestra de orgullo, similar a la de los ejércitos, en la que por cada soldado caído se crece en honor y valentía. La visita cayó de pie en el Camp Nou, y aunque se mantuvo lejos del área rival, jamás dejó que su contragolpe pasara inadvertido, aunque hay que decirlo, tampoco estuvo tan cerca. Al batallón le han quitado los fusiles y se da por bien servido cuando la defensa sale airosa.

Quien domine el arte de recordar, se dará cuenta que el Barcelona aún no es el mismo que antes. Le falta afinar esa milimétrica tarea que significa coincidir, con los espacios, con los tiempos; con esas cosas que solo el trabajo sobre el césped da. Es cierto que el regreso de Neymar dotó al ataque azulgrana de nuevos horizontes. La pradera izquierda volvió a ser un camino. Y así, regularmente, se llega más rápido. Con el tridente completo los catalanes se parecen más a los de antes.

El Barcelona comenzó el juego con ganas de acabarlo pronto. Ya era algo de saña lo que le traía al Málaga. Sin embargo, son los pequeños detalles los que frenan la evolución completa. Fueras de juego, paredes que se caen. El conjunto de Luis Enrique fue perdiendo el ímpetu hasta caer en un bosque traicionero, de esos que apenas se recorren la salida se cierra por la espalda, y entre Kameni y una que otra decisión del árbitro, quien no marcó dos penales, uno más dudoso que otro, el primer tiempo se fue sin demasiadas cosas que contar.

Ya para el complemento, el Barcelona salió con el mismo guión. Se adueñó del balón desde el centro del campo y desde ahí se dedicó a buscar una rendija para ofender. Ahora los espacios parecían más claros. Sin embargo, hasta las mejores historias necesitan de un villano para equilibrar las emociones. Nuevamente la imprecisión azulgrana nubló el día de sol e impidió que los de Luis Enrique encontraran el gol. Messi, activo por detrás de la línea ofensiva, lo intentó en un par de ocasiones desde fuera del área, pero Kameni estuvo atento. Quien todavía en México se pregunte el porqué de la suplencia de Ochoa, valdría con ver al arquero camerunés para encontrar algunas pistas. Kameni es de esos arqueros que regularmente da mucho más de lo que quita.

Ante la desesperación de buscar y no encontrar. Y el ambiente tenso que hacia el final del partido se vivía en el Camp Nou, el Barcelona comenzó a tirar los salvavidas en forma de centros que, casi siempre, se perdían en las manos del arquero o en la frente de los zagueros. Y cuando todo indicaba que nada ni nadie podría vencer al gigante camerunés, Vermaelen encontró un rebote dentro del área, para, con un fogonazo que traía más furia que dirección, como lo hizo Luis Suárez ante el Athletic, mandar el balón al fondo de las redes.

Con la ventaja, el Barcelona quiso entender la renta, sin embargo, no fue posible. La fábrica de goles no está afinada y así cuesta un mundo avanzar. El Málaga todavía con las últimas fuerzas pudo dar un susto, con un contragolpe que no supo concretar. El equipo culé se llevó su segundo triunfo de la temporada, muy apretado, como el primero, y con el consuelo de que hasta en los horas más bajas, hay puntos que rescatar.

Para ver como deshabilitar las notificaciones, da clic aquí