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Ajo y agua. Hugo Sánchez
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Hugo Sánchez

31, marzo 2020 - 16:36

Ajo y Agua

Para tomar vuelo debemos dar un paso atrás

 

Por muy feo que parezca, la propagación del coronavirus nos ofrece la oportunidad de comenzar de nuevo, de rescatar nuestros valores como humanidad y de quitarle al deporte en general la etiqueta de negocio

 

POR HUGO SÁNCHEZ

 

Cualquiera al que se le pregunte responderá que la vida de una persona es invaluable. Sin embargo, con todo lo que hemos atestiguado durante las últimas semanas, pareciera ser todo lo contrario.

Hago énfasis en que únicamente me refiero al término de personas porque no quiero hacer diferencias con los deportistas profesionales, tal como lo han hecho algunos clubes y hasta organizaciones internacionales.

La propagación del coronavirus, catalogado como pandemia desde hace ya un par de semanas por la Organización Mundial de la Salud, exige grandes esfuerzos, que van mucho más allá del confinamiento en casa para aplanar la curva de contagios.

En todo el mundo, los eventos multitudinarios fueron pospuestos o cancelados, incluidos los de carácter deportivo.

También hace ya dos semanas de que la UEFA pospuso la Eurocopa de 2020 en su intento por salvar la temporada de la Champions League, la carta fuerte del organismo que rige el futbol europeo. Aunque claro, lo anterior también obedeció a la presión por parte de sus Federaciones miembro para que el torneo de Selecciones Nacionales quedara en segundo término y les permitiera terminar sus respectivas Ligas.

Y ahora que la propagación del coronavirus no se ha podido frenar, amenazando incluso con que la temporada tenga que ser declarada como nula, algunos clubes como la Lazio se empeñan en regresar a las competiciones, aceptando con hacerlo a puerta cerrada, con todo y las pérdidas millonarias que representa la venta de boletos.

Lo anterior, debido a que en la actualidad los clubes obtienen la mayor cantidad de sus ingresos gracias a la venta de los derechos de transmisión televisiva.

Se trataría de una decisión muy loable siempre que no se tuviera a consideración la salud de los futbolistas y de sus familias. Como si los contratos los obligaran a renunciar a sus derechos como personas y sus vidas pertenecieran al club, o peor aún, como si estuviéramos hablando de marionetas o esclavos.

Recordemos que hace sólo tres días se dio el primer caso de un futbolista de la Liga australiana en dar positivo a coronavirus. Hasta ahora se desconoce la identidad, pero se sabe que el jugador de los Jets de Newcastle participó, el lunes, en la victoria a puerta cerrada sobre el Melbourne City, en el último partido de la Primera División disputado en Australia antes de la suspensión del torneo debido a la pandemia.

Caso similar, o incluso peor se vivió con el futuro de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, en una larga discusión en la que la integridad de los deportistas nunca fue lo primordial, al menos no como los millones de dólares que se perderían si se postergaban, decisión que finalmente se tomó, luego de que delegaciones como la canadiense rechazó asistir a la cita debido al coronavirus.

Quizá sea momento de perderlo todo, como destaqué hace una semana en las declaraciones de Gianni Infantino, presidente de la FIFA, cuando advirtió que dar un paso atrás no sería negativo, ya que permitiría resetear el futbol como actualmente lo conocemos, para dar paso a menos partidos, pero de mejor calidad.

El deporte como espectáculo me parece aceptable, pero el deporte como negocio deja muchas cosas que desear, sobre todo cuando los protagonistas pasan a segundo término para darle mayor importancia a lo económico.

En ese sentido, aplaudo la decisión de los futbolistas que han decidido renunciar a una parte de sus salarios para solidarizarse con las finanzas de sus clubes, que, ciertamente, se preparan para hacer frente a una fuerte crisis si las Ligas no logran completar su temporada, con el riesgo de que algunos de ellos incluso desaparezcan.

Ayer, los jugadores del Barcelona le dieron cachetada con guante blanco a su directiva, al renunciar al 70 por ciento de su salario con el objetivo de que ese dinero sea destinado a los trabajadores de la institución. También realizarán aportes extra con el mismo fin.

Por su parte, el Real Madrid destinó el estadio Santiago Bernabéu para resguardar materiales médicos, además, de que el capitán Sergio Ramos realizó, con la colaboración de sus compañeros y del club, una aportación a hospitales mediante la Unicef. Para la lucha contra el coronavirus, el defensor envió 15 mil kits de detección del coronavirus, mil equipos de protección individual y 364 mil 571 mascarillas respiratorias. Los jugadores merengues han estudiado la forma más directa de ayudar, y la urgencia de material sanitario en hospitales ha provocado la elección de la donación a través de Unicef.

Ese es el camino a seguir, el de la solidaridad.

¡Que te lo digo yo!