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Desde tierras mundialistas. Alberto Lati
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Alberto Lati

19, enero 2017 - 12:01

Desde tierras olímpicas

No es novedad que numerosos clubes deportivos y sociales están restringidos a un género, sobre todo a hombres.

Lo anterior puede remitirnos a la antigua Olimpia, donde las mujeres no podían participar en los viejos Juegos, de lo que se desprendió que por mucho tiempo se compitiera en desnudez (aquella vieja historia de la joven que se coló disfrazada, lo que derivó en privar a los atletas de ropa para tener total certeza de su sexo).

Suena chocante, pero en pleno 2017, una sociedad tan avanzada y estable como la japonesa, mantiene esa práctica de limitar muchos recintos a varones. Eso acontece frecuentemente en bares (más aun, algunos de ellos también vedados a extranjeros), pero además en instituciones para práctica deportiva. Resulta sorprendente el ver la baja clasificación de Japón en los índices de equidad de ingreso entre géneros (país 104 de 142 evaluados, hace un par de años); la realidad es que se trata de una cultura con innumerables facetas admirables y maravillosas, pero que conserva viejos patrones de diferenciación –por ejemplo, la tradición es que el hombre camine por delante, lo cual se explica como una ancestral forma de proteger a su pareja; otro tema polémico, la exclusión femenina de la posibilidad de recibir la corona imperial, aunque sea la primogénita y heredera inmediata.

Valga tan largo preámbulo para referirnos al tema olímpico que ha brotado esta semana: que el campo de golf para Tokio 2020, no da membresía a mujeres. Se trata del Club de Kasumigaseki, con casi cien años de antigüedad, que ya ha recibido certámenes femeninos, aunque se mantiene en su día a día limitado a hombres.

Justo cuando la capital nipona es gobernada por primera vez por una mujer, parece una buena pauta para muchos cambios. Como sea, el olimpismo no tiene capacidad alguna para propiciar ese tipo de reformas. Para no ir muy lejos, en la sede olímpica de 2012, en la cosmopolita y abierta Londres, son célebres los clubes de St. James Street, exclusivos para caballeros. La gran diferencia es que ninguno de ellos recibió pruebas de aquellos Juegos y por ello va creciendo la presión contra dicho club de Kasumigaseki.

¿Tienen razón? Siendo una institución privada, y por mucho que considero prioritaria la equidad de género, no: no es un tema que compete al Comité Organizador, como sí lo son otros más, como Derechos Humanos de quienes erigen las instalaciones o de quienes viven donde se pretenden construir los escenarios.

Twitter/@albertolati