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El Pollo de Tlalpán. Daniel Reyes
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El Pollo de Tlalpan

21, marzo 2017 - 12:52

El Pollo de Tlalpán

Existe un mito muy canijo con eso de la altura a la hora de hacer deporte concretamente en el país de la patada.

Muchos entusiastas de la preparación física, enchilan su gorda con el tema; “según estudios realizados por la universidad de…” o “tal equipo dice…” y total que todo queda en subjetividades, válgame usted al expresión: “reales”.

Voy a citar un caso, sólo uno, que puede muy bien echar por tierra todas esas tonterías que se dicen de la altura de una de las ciudades más peligrosas de planeta.

Hace muchos años, en 1968, para ser precisos; se llevó a cabo el país de la patada la edición XIX de los Juegos Olímpicos en la era moderna.

En esa justa compitió en salto de longitud un tal, Bob Beamon, un gabacho rebelde que estaba tan preparado para su prueba, como enojado con lo que sucedía en su país, los Estados Unidos de Norteamérica, con el racismo. Beamon es de piel negra.

Por esa inconformidad con la segregación, muchos atletas gabachos (morenazos)  estaban igual de molestos como Bob.

Cuenta la leyenda que Bob, harto y desilusionado por los problemas sociales, la noche antes de competir, se fue a Garibaldi para aplicarse “la terapia del Gullit”; no sé porque le nombran  así, lo que sí se (por cultura general) es que consiste en meterte al cuerpo un poquito más de un litro de tequila a “la Pedro Infante”, es decir de “a soldado”, utilizando únicamente sal y limón para que resbale, es obligatorio, que durante la terapia, no falte la música, que puede ser de despecho o amor.

Bueno, el caso fue que luego de tremenda velada, al otro día por la mañana Roberto Beamon se apersonó en el estadio Olímpico Universitario y voló para asombrar al mundanal mundo con una marca de 8.90, superando por mucho la anterior; 78 centímetros, nada más.

Beamon era un atleta promedio, ni antes de su marca fue un prodigio, tampoco después de ella se dedicó romper récords.

Cabe señalar, nomás por molestar, que el 8.90 de mi cuate Beamon, es récord olímpico hasta nuestros días; y lo hizo a los 2.240 metros (más o menos) que tiene la CU, en el conglomerado Distrito Federal (hoy la innecesariamente, cara, intransitable, peligrosa, insufrible y rosa Ciudad de México)

Con ese pequeño ejemplo no estoy invitando a nadie, atleta o aficionado a que aplique “la terapia Gullit” para superarse, lo que me parece una vacilada es que el “estudioso” Juan Osorio (productor de “migajas de amor”) se lleve al equipo Tricolor (que tiene mucho corazón y en la cancha lo demostrará) a prepararse a la ciudad de la eterna primavera, para evitar la altura y tener ventaja en su encuentro  eliminatorio mundialista contra Costa Rica del viernes próximo.

Porque al igual que Bob Beamon, Costa Rica previamente, no hizo nada extraordinario en la capirucha aquel 16 de junio del 2001 cuando nos aplicó el aztecazo.

 

 

 

Cierro con una obra titulada “gran salto”

Ya lo puedo estar jurando,

Y dudo sea una jalada,

Osorio esta asegurando,

A Costa Rica goleada.

Y si no, quéjense a la FIFA.

Twitter: @pollodetlalpan