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El Pollo de Tlalpán. Daniel Reyes
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El Pollo de Tlalpan

11, abril 2017 - 14:32

El pollo de Tlalpán

Diría mi sabio abuelo: “ya llovió” desde aquel día, 15 de noviembre de 1979, en la fecha 9 del torneo 79-80, cuando hacía su presentación ante la sociedad del máximo circuito, Rubén Abarca contra el Unión de Curtidores.

Esa tarde, decenas de chavitos vestidos con el uniforme de los ex Millonarios, ex Canarios, ex Cremas, hoy Águilas, le hacían pasillo al primer jugador de las fuerzas básicas amarillas en titularse a sus 18 primaveras cómo jugador de Primera División; entonces, a no sé quién se le ocurrió decir que era el sustituto natural de José Dirceu Guimaraes, la súper estrella brasileña que dejaba a los de Coapa, para ir al Atlético de Madrid.

La realidad fue otra, la carrera de Rubén fue breve y discreta, por ahí anotó un pepinillo en un Clásico de Clásicos y pare usted de contar, no tuvo mucho chance, después se fue al Atlas con idéntica suerte, regresó al nido para desaparecer.

Muchos años después le encontré en una “expo sexo”, le hice una entrevista para la telera, Abarca estaba convertido en un empresario del contoneo, las pistas, el tubo, la música y de la noche con sus misterios. Pero esa es otra historia.

Seguramente usted se preguntará el por qué de ese setentero y teibolero preámbulo; y es sólo para comprobar que desde hace más de 38 años los americanistas trabajan con los chavos y ha habido muchos ejemplos de éxito a lo largo de todas esas décadas.

Hoy día, una muestra de ese trabajo es Diego Lainez Leyva, un adolescente que con desparpajo, galopa por la pradera derecha o la izquierda, ignorando jerarquías, historias o tamaños, persiguiendo un futuro dorado en el horizonte de pocas tuercas. Sin embargo, en este punto hace su aparición el quita risas, el desagradable “pero”, disfrazado de pregunta: ¿acaso no hay más jugadores de esa edad con condiciones similares a las del niño Lainez a lo largo y ancho del sufrido país de la patada?  Porque resulta casi inexplicable que la mayoría de los equipos de la Primera División estén atiborrados de foráneos de medio pelo, quienes no van a dejar nada para la historia y sólo atascan las carreras de otros Diegos.

Sin embargo, cambiando de juego, pero no de cancha y al enterarme de la candidatura de México en complicidad con los Estados Unidos de Norte América y Canadá para realizar el mundial del 26, en dónde México albergaría únicamente 10 juegos; todo tiene explicación.

En el fut nacional se hacen cosas, negocios que sólamente importan (benefician) a unos cuantos; de esos 10 juegos a celebrarse en mexicalpán de la pitayas (de 80 partidos que tendrá ese mundial) “la comisión organizadora del evento” solicitará el apoyo gubernamental para que se cumpla con “el cuaderno de cargos” y que usted pague en un impuesto fantasmagórico (hola tenencia) una lana por el chistecito y si decide ir al coliseo, desembolsará además 4000 pesitos en promedio por ver un Argelia contra Corea, o Moldavia frente a El Salvador si bien le va.

Al paso que vamos, en ese mundial, con 25 años Diego Lainez alineará en el equipo tricolor (que tiene mucho corazón y en la cancha lo demostrará) rodeado de naturalizados, porque ya no habrá jugadores mexicanos con nivel de selección; si no lo cree, dígame cuántos centros delanteros de la raza de bronce existen para llenar el hueco que dejarán para ese tiempo el guapérrimo Oribe y el inestable “Chicharito”.

Nariz de perro chato.

 

Cierro con una obra titulada “ujule julita”

Ne le dan chance a los chavos,

Comercian balín cartucho,

O escoja usted de los caros,

¿Benítez o Cauteruccio?

Y si no, quéjense a la FIFA

 

Twitter: @pollodetlalpan