Qué es la bravura. Se lo pregunto a los ganaderos. Si ellos admiten que la bravura sea eso que cabe en el libreto de comportamiento que ya tiene un siglo de vigencia. Es decir. Que el toro salga a la plaza y tenga celo en el capote, que acuda pronto y continuado al caballo, que galope en banderillas con buen tranco y que en la muleta admita ochenta pases por abajo, humillando y a más. Si eso es la bravura y lo demás no lo es, simplemente concluyo: la bravura no existe más que en un ideal.

Un toro sale con celo escaso y como distraído, no hace una suerte de varas como mandan los cánones de la bravura, incluso sale suelto sin necesidad de ser “quitado” de peto. En los primeros compases de la faena incluso se abre a la salida de los pases que terminan en dirección a tablas o a su querencia. Notas todas que dicen que es manso. Pero luego recupera celo, y embiste con emoción, profundidad y continuidad ochenta veces con máxima entrega y admitiendo los vuelos de la muleta por debajo de la pala del pitón. ¿Es bravo o manso o que es?

Uno que sale comiéndose los vuelos del capote, que aprieta varas en máximo empleo, pero que a la tercera tanda se raja, o se para o tiene escaso recorrido hacia “afuera” y va de perlas hacia “adentro”, camino de tablas. Uno que ni lo uno ni lo otro, qué es. Uno que da dos coces al peto, pero luego embiste mucho tiempo muy profundo, pero al final, en el pase cien, mira hacia la tapia con deseos de irse hacia ella, ¿qué es?

Que respondan los ganaderos, pero yo creo que describir, analizar, contar y clasificar a un toro con palabras que definen cánones y parámetros selectivos de casi un siglo, es dejar el toro justo allí, en el tiempo de hace un siglo. Creo que, al toro, y al toreo se le anima hacia el futuro con otro lenguaje más rico, que encasilla menos y que, tantas veces, descalifica menos. Pero ¿cómo puede ser manso un toro que da una coz al peto y luego sigue los vuelos con una profundidad y duración del carajo?