Carlos Ruiz Villasuso
17, octubre 2019 - 2:06
Restos medievales
Este artículo es en realidad una pregunta a uno de los de al lado. A quienes escriben en ESTO de fútbol, deporte Rey incluso en republicas. ¿Se imaginan ustedes que, al final de cada partido, sea cual sea el resultado, existiera un experto con poder que decidiera que el empate a uno final en realidad pasa a ser un dos a uno a favor del equipo de casa? O al revés. Me responderán que eso en imposible y que, por mucho que haya jugado mejor o peor un equipo u otro el resultado es el del marcador.
Me responderán que no existe un ser superior, una persona magníficamente dotada en sus elitismos de conocimiento de futbol, como para traducir su parecer a un resultado y variarlo. Y me dirán que eso sería adulterar la competencia, adulterar los sentimientos de los públicos. Manda el resultado y no un ser superior a través de su “divino” conocimiento. Pues en los toros si es posible. En Los toros la norma dice que la primera oreja la concede el público y la segunda solo un señor.
Imaginen una corrida en el Estadio Azteca en la que el público se lo ha pasado tan bien que pide los dos trofeos para el matador. Pero hay una norma que dice que un solo señor (o señora) es la que decide sobre la mitad del premio: la segunda oreja. Cincuenta mil gentes, veinte mil gentes dicen que son dos. Una sola persona decide que sólo es una oreja.
En el toreo, la norma da potestad y poder a un hombre para decidir si la felicidad de las gentes ha de ser solo la litad, si el valor de lo realizado por un torero ha de ser lo que pode el público que paga o lo que él decida. Una norma cuyo origen está contextualizado por las prácticas de una Dictadura, la española, cuyo origen está en el Reglamento de 1968. Cuando la autoridad trataba de tutelar y controlar toda manifestación popular. Cuando la autoridad era el padre padrone del pueblo, a quien debía dirigir, controlar, vigilar. Cuando la autoridad tenia a los toreros como gentes de mal orden y nómadas de escaso orden.
Es curioso como una norma que nace, se escribe y se aplicaba en una Dictadura, se mantenga hoy los países del toreo, y, en España, en todas las Comunidades Autónomas (parecido a los Estados en México) sin que nadie se detenga a pensar que es el último reducto de leyes de una Dictadura. Solo por esta razón se debería derogar y dejar que el pueblo diga si es una o dos. Sólo por el libre ejercicio de voluntades expresivas, debería desaparecer esa norma medieval.
Carlos Ruiz Villasuso
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