Carlos Ruiz Villasuso
22, octubre 2019 - 2:00
Una vulgaridad
Ahora que termina la temporada en España y comienza la de México, tratemos de sincerar a las dos temporadas. Primero: cada vez creo más en una cuestión en la que cada vez menos personas creen: que el toreo tiene una temporada río continuada. Una que es España/México (América) sin solución de continuidad. No existe una y la otra sino las dos o todas juntas. Y una no es grande y la otra es pequeña. Esta visión de superioridad/inferioridad choca con una realidad que es la siguiente en forma de interrogante: ¿qué torero español no desea hacer temporada en México y, por extensión, América? Todos quieren coger sus avíos e ir a declamar allí donde hay otros públicos, otro toro, otros lugares, pero dentro de la misma tauromaquia, la misma liturgia, el mismo sentir. Es cierto por innegable que la Tauromaquia en España, en plazas tan distinguidas como Madrid, Sevilla, Bilbao tiene una importancia mayor porque hay una economía puntualmente mayor, porque hay una presencia social, un toro, un impacto mediático muy grande. Pero, después de muchos años conociendo las dos partes del mismo océano, estoy convencido de que los toreros españoles que han logrado estar en la cima, han pasado por México, en donde han aprendido, depurado, matizado y enriquecido su talento.
Nombres. ¿José Tomás, Ponce, El Juli, Talavante serían lo mismo sin México? No. No lo serían y ellos mismos lo pueden afirmar. Hace pocos días, hablando con Antonio Ferrera y su cambio hacia un torero más libre y depurado, me reconocía que el tiempo que recientemente pasó en México, le había ayudado a madurar y a dar un paso de calidad en su toreo. Y como hombre. Hablamos de nuestras experiencias, la suya más reciente y como torero, la mía más dilatada, como escritor y/o periodista. Coincidimos ambos que para alguien creativo relacionado con la Tauromaquia, México es esencial. Me decía Ferrera cosas que siempre he mantenido como principios elementales a la hora de ir a México. Dejemos el pasaporte en el hotel. Dejemos ese instinto de superioridad en el hotel. Sólo abriendo los ojos y el alma se aprende México y hemos de hacerlo con la mirada del niño que desea aprender, sorprenderse. Hay toreros que piensan que México es ir, muy pegado a la fecha de torear, hacer el paseíllo, cobrar y marcharse. Esos jamás sabrán México, nunca aprenderán México. Los casos de los toreros mencionados y los otros se basaron en ir, en estar en México sin contar días, conviviendo, mezclándose. Hacerse mestizo de su cultura en días, meses. De otra forma, el toreo es un turistear breve de ir para cobrar y volver. Una vulgaridad de peonaje.
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