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Gachupineando. Carlos Ruíz Villasuso
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Carlos Ruiz Villasuso

1, octubre 2019 - 1:38

Gachupineando

El ganadero no emigra

Imaginemos que en México llegara el toro español. Que se criarán en las ganaderías mexicanas toros y vacas de origen español y de encastes y ganaderías contrastadas. Estoy convencido de que este hecho sería un gran incentivo para las tauromaquias de los dos países. Desde el punto de vista ganadero, se ampliaría la riqueza genética en México y se pondría a “competir” toros tan distintos como el mexicano y el español. Esta exportación de la riqueza genética le vendría como anillo al dedo a España, pues abriría un abanico de posibilidades de todo tipo, desde el económico hasta la seguridad de la conservación y mejora de su genética.

El manejo y el contexto mexicano, su altura, alimentación, sanidad, llevaría al toro español a, de alguna forma, “mexicanizarse” por adaptación. He visto tentar toros y vacas “españolas” nacidas en México y duran tanto como las mexicanas. La idea mexicana de la humillación, del toro despacioso, le vendría de perlas a la genética española. Y al contrario sucedería si lo mejor del campo mexicano pudiera venir a añadir al campo bravo español de lo de “saltillo” y “santa coloma”, porque parte de lo que da el adn en México a estas sangres, no lo tiene ya ese mismo encaste en España.

Respecto a los toreros, esta exportación/importación y la posterior adecuación de cada toro en cada país de recepción, podría enriquecer tauromaquias al adecuarse a volúmenes, caras, pitones, fuerzas, distintas a lo que existe en México. Sucedería igual en España, tan poco acostumbrados aún al toreo sin inercia y de lentitud. Una especie de hacer bilateral enriquecedor. Menos fronteras, más relación y más intercambio. Intercambio o negocio, a elegir, pero trasvase de sangres. En todas partes, el que apuesta a futuro es, siempre y en soledad, el ganadero. El pone su patrimonio, el legado de generaciones, su trabajo, su historia. Pone en juego el nombre propio y el nombre de sus ancestros y hasta el nombre de sus hijos, su dinero, su tiempo. Todo para criar un toro que será toreado por alguien que está de paso. Y que ha sido anunciado por un empresario, o de paso, o que no tiene su tierra, vida e historia en juego. En el toreo hasta los públicos emigran. El único que no es ave migratoria en este mundo, es el ganadero, cuyos padres o abuelos o tatarabuelos, llegaron para quedarse con el corazón anclado para siempre.

Sinceramente, los que pueden hablar con mismo lenguaje sobre la misma pasión en ambos lados, los únicos que miran a futuro a sabiendas de que no van a emigrar ni a huir, son los ganaderos. Me pregunto porque entre los dos países no hay un acuerdo real, con hechos, entre ellos. No una invasión, una conquista, una agresión, una nueva colonización. Hablo de intercambio de bravura, y de genética de siglos y apuesta de futuro. Hablo de un abrazo entre iguales.