Con la tecnología de Google Traductor

Mira

Gachupineando
titulo-foto

Carlos Ruiz Villasuso

24, septiembre 2019 - 1:27

Gachupineando

Volar o seguir los vuelos

La primera vez que pasé un tiempo largo en México, hace años, regresé a Madrid frustrado. No era capaz de “ver” al toro mexicano. De intuir de forma clara su condición en la embestida. En España el toro se hizo grande, demasiado grande, a expensas de los encastes que podrían tener semejanza con los toros mexicanos. Hoy tenemos un toro grande de grandes cualidades en resistencia y movilidad.

En genética selectiva, haber dotado al toro de una alzada tres o cuatro palmos más que la que tenía hace décadas y haberle puesto decenas de kilos más, dio la puntilla al toro de breve alzada y peso justo. Sacado “de tipo” lo de Santacoloma, lo de Saltillo, tiramos hacia la uniformidad de un toro de grandes virtudes en movilidad, pero no en bravura entregada. En España impera el toro con inercia para el toreo de inercias. Y, sin embargo, sostendré siempre que el toreo para el recuerdo llega cuando las inercias no existen. Y afirmo que todo el toreo que no es para el recuerdo, no es toreo.

Tras ese primer viaje vi al toro de España grande, fuerte, sano en manejo y con movilidad. En mi visión faltaba algo que había sentido en plazas como Aguascalientes, León, San Luis, y tantas otras: el toreo sin inercia. El toreo del toro que no galopa para entrar y salir de la muleta fruto de su movilidad, sino que embiste de parado, como “gateando”, metiendo la cara, pero no sólo humillado, sino colocando en los vuelos el pitón de dentro y sólo hasta donde los vuelos lo lleven. Un toro que no vuela, sino que sigue los vuelos.

En España tantas veces el toro humilla, pero en rectitud, sin colocar el pitón de dentro, en ese giro de la cara al mismo tiempo que humilla, que permite reducir, ralentizar, dormir y casi detener el movimiento. Una forma de torear para dotados y la forma de embestir que más exige al toro.

Esa forma de embestir en la que en un muletazo caben varios olés roncos, tan distintos al que provoca la embestida recta y de inercia. El toreo que no expulsa, sino que recoge, reduce, ralentiza, el toreo que no acompaña y que va más allá de algo ya casi primitivo: el temple. El uso acertado el engaño para la embestida humillada y recta. El toro que humilla colocando el pitón de dentro y se viene sin inercia, exige algo más sutil que el temple.