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Hablillas. José Ángel Parra
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José Ángel Parra

17, enero 2022 - 7:30

Hablillas

CÁTEDRA PUMA

Camino a Estados Unidos 1994 sólo quedaba un boleto disponible en la zona de la Concacaf. El anfitrión del certamen tenía garantizado el otro pase, por lo que el Tricolor debía sortear el minado sendero antes de ilusionarse con el regreso a la Copa del Mundo. Pero en 1993, aquella Selección Mexicana sería la encargada de iniciar un cambio de mentalidad.

En mayo estaba programada la visita a Tegucigalpa, correspondiente a la eliminatoria. Ya en Honduras los medios locales advertían, en los distintos espacios, que si ellos no iban, México tampoco. Y el juego, en sí, era clave para inclinar la balanza antes de la última escala, Canadá. La actuación fue redonda: García Aspe, Luis Flores, Luis García y un autogol de Richardson Smith, tras bombazo de Nacho Ambriz, decretaron el 1-4 en la pizarra.

Lo que ocurrió después del silbatazo final fue un auténtico infierno. La multitud se enfureció y muchos fanáticos intentaron ingresar al campo. El portón principal, que daba acceso al área de vestidores, estuvo a nada de ser derribado. Atrás sólo había un pequeño pasillo y enseguida la puerta de acceso al vestuario visitante. Ahí, un reducido grupo de reporteros aguardaba las impresiones del seleccionador Miguel Mejía Barón. Uno de ellos, el más veterano, contaba chistes, en un esfuerzo por combatir el miedo que provocaba el constante golpeteo a la puerta metálica, a punto de ceder ante la ira de la muchedumbre. De pronto, como si nada, el Doctor abrió la puertita y, sereno, ofreció el acceso a los periodistas, para que hicieran su trabajo en el interior del vestidor, algo que ya no se estilaba en la época.

Enseguida, la presencia del ejército y el uso inmediato de gas lacrimógeno obligó a que cuerpo técnico, jugadores y comunicadores desfilaran rumbo a la cancha, en fila india y tomados de los hombros. Ya en la cancha, rodeados por militares, continuaron las entrevistas, pero, amén del pasaje en sí, imposible olvidar el humano proceder de Mejía Barón.

Aún hoy, oculto en ese moderno Grinch, promueve un cambio entre la nueva generación universitaria. Los resultados están a la vista. Desde su arribo, como por arte de magia, el Doctor ha sido testigo del envión anímico en Pumas. Comenzó a gestarse desde la pasada Liguilla y, a la fecha, sólo se habla del regreso a las bases felinas. Felicidades.