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Ida y vuelta. José Ángel Rueda
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José Ángel Rueda

2, diciembre 2021 - 8:00

Ida y vuelta

Cosas del futbol  

Desde hace tiempo me di cuenta que tengo un severo problema: cuando quiero ver en serio un partido, me resulta complicado, por no decir imposible, verlo de veras, es decir, como antes, enfocado plenamente en las acciones del juego. Algo me pasa que por reflejo agarro el celular y mientras hago como que veo reviso las redes sociales. Ahora, en el recuerdo, no puedo determinar qué es lo que hago como que veo, si el partido, o las redes, aunque intuyo que el foco de mí atención está en las redes, y sólo espero el grito del narrador para volver a la transmisión. Quiero pensar que es una cuestión natural, nadie me avisa si en el teléfono hay algo relevante, en cambio en la pantalla sí. 

El caso es que mientras veía el partido de América contra Pumas; es decir, mientras revisaba frenéticamente las redes, el fenómeno de la contrariedad golpeó de forma insospechada. Siempre he admirado la forma en la que el futbol es capaz de enfrentar opiniones, de ahí las bellas polémicas que nos permiten hablar de futbol con los amigos –o hasta con los desconocidos- por horas, meses y hasta por años. Aún no nos ponemos de acuerdo si Rafa Márquez en verdad le hizo falta a Arjen Robben en el Mundial Sudáfrica, pero esto era otra cosa. 

Las discusiones por las cosas que vemos suelen ser menos apasionadas que por las que no vemos. Es el misterio de la subjetividad. Ese día, por ejemplo, mi Twitter presentó una curiosa contradicción. Cuatro publicaciones seguidas entrelazaban opiniones en direcciones contrarias. Dos pedían la salida inmediata de Santiago Solari, los otros dos decían que era el técnico correcto, pero le faltaban refuerzos. ¿Cómo es posible que las personas piensen diametralmente opuesto de algo que a simple vista es lo mismo? Son cosas de los seres humanos, pero también del futbol. Ese sábado me fui a dormir con eso, pensando que Solari debe seguir en el América, o quizá no, en realidad no es algo que me preocupe. 

El caso es que el lunes, cuando la revista France Football entregó el Balón de Oro y yo festejé con fervor el hecho de que Messi haya ganado su séptimo galardón, algunos amigos me discutieron que era injusto. Mi gozo era proporcional a su disgusto. Una vez más el futbol se salió con la suya.