Los interinos

POR JOSÉ ÁNGEL RUEDA

Aunque traté de buscar quién es el autor de la frase que apunta a que el futbol es un estado de ánimo, no queda del todo claro si es Jorge Valdano o Héctor “Bambino” Vieira, lo cierto es que quien sea que haya sido, tiene razón. Las palabras me vienen dando vueltas desde la eliminatoria de Champions League entre el Real Madrid y el Manchester City, cuando un solo gol del Madrid bastó para reconvertir a un equipo y sumir al otro en la más profunda depresión, pero no quiero hablar de eso.
Lo del estado de ánimo viene más bien en otro sentido, mucho más proyectado a lo que suele ocurrir en el largo aliento de una temporada, cuando un equipo enfrenta una montaña de emociones y luego pasa lo que pasa. El fenómeno encuentra el ejemplo perfecto en lo que ocurre dentro de un grupo cuando un técnico es cesado, y de manera milagrosa suelen encontrar en el técnico que llega un golpe anímico que recompone el camino, al menos por un tiempo.
En esos terrenos movedizos de los cambios de técnicos de pronto aparece la figura de los estrategas interinos, esos seres que a menudo pasan desapercibidos, pero que en su persona habitan los valores de toda una institución. El aficionado, sin embargo, en el afán de imaginar los triunfos del futuro con el hombre que habrá de llegar, suele despreciarlo, aunque luego la cosa cambia.
En los últimos torneos de la Liga MX se han escrito historias increíbles, pero hay una que me llama más la atención que las otras. Es la de Andrés Lillini, el técnico de los Pumas. El estratega argentino dedicó sus primeros años en el futbol mexicano a formar a los canteranos, hasta que en uno de los contratiempos de la directiva le tocó hacerse cargo del primer equipo.
Hombre de futbol, Lillini aceptó el interinato, pero no estaba muy convencido. El entrenador prefería la tranquilidad de una mañana de domingo al calor sofocante de Ciudad Universitaria. El tiempo le abrió otra perspectiva y hoy resulta indispensable. Sus Pumas, cortos de talento, son un estado de ánimo enloquecido, fiel reflejo de un técnico para el que cada gol es una victoria.
Algo parecido ocurrió con Ortíz y Cadena, que hicieron de América y Chivas equipos competitivos cuando su labor parecía limitarse a unos cuantos partidos. Son los misterios del futbol y su estado de ánimo.