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Las reglas y los reglazos
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Eduardo Brizio

18, junio 2019 - 1:57

Las reglas y los reglazos

Sueños de opio

El equipo tricolor inició la Copa Oro con el pie derecho, al derrotar a su “similar” de Cuba, al son de siete goles por cero, el pasado sábado en el Rose Bowl de Pasadena California.

Tal parece que “nada nos han enseñado los años y siempre caemos en los mismos errores”; toda vez que, en nuestro país no existe la mesura, ni para la crítica ni para el elogio.

El equipo se vio bien a secas y no podía ser de otra manera ante un rival tan débil como lo fue la escuadra caribeña. Sin embargo, en mi opinión siguió exhibiendo los mismos males que le han aquejado desde siempre.

Y al hablar de dichos males, me refiero a la falta de contundencia en el ataque, se fabrican oportunidades que se desperdician ignominiosamente ante el marco rival.

Del mismo modo, lo vulnerable que somos en jugadas a balón parado. Contra Cuba, no se pudo demostrar mi tesis, en virtud de que (ellos) prácticamente no tuvieron una oportunidad de poner a prueba a la zaga mexicana.

Pero en el último partido de preparación, en donde se terminó venciendo a Ecuador por tres goles a dos, ambos tantos de los sudamericanos se originaron en jugadas a balón parado.

México incurrió en ocho ocasiones en posición fuera de juego ante los cubanos, lo que nos debe mover a la preocupación, porque es como si un delantero la bajara con la mano cada vez que la recibe, cortando en ocho ocasiones un avance de promesa para los nuestros.

Lejos de analizar el desempeño del equipo de todos, preferimos lanzar las campanas al vuelo y hablar de “la nueva era del Tata Martino”, quien está trasformando a la Selección, trabajando con seriedad y perfilándola para grandes cosas ¿En dónde he oído algo similar?

Ahora resulta que Uriel Antuna, medio campista del Galaxy de Los Angeles, es “la reencarnación del Dalai Lama balompédico”, por haberle metido tres goles (de los siete) a los cubanos.

Antuna, surgido de las fuerzas básicas del Santos Laguna, es una joven promesa con la que hay que trabajar a marchas forzadas y está muy lejos de encontrase en el pedestal en donde los porristas de la Selección lo quieren poner.

Desde que tengo uso de memoria, nos hemos dejado lavar el coco, soñando con heroicas gestas de nuestros valientes soldados de cortos pantalones, que casi siempre terminan siendo… sueños de opio.