Eduardo Brizio
11, febrero 2020 - 1:00
Nos hemos olvidado de los principios
Durante lustros, los aficionados al deporte más bello que existe sobre la faz de la tierra envidiaban a otras disciplinas que, dando paso a la modernidad, utilizaban ya la tecnología para dirimir las diferencias cuanto al jueceo se refiere.
Vientos de cambio soplaron en la FIFA y por fin el tan anhelado invento, que sus creadores atinaron a llamar VAR (Video Asistant Referee, por sus siglas en inglés) llegó al futbol, ante el beneplácito de propios y extraños, sin sospechar siquiera que la alegría sería muy efímera y que más rápido que inmediatamente daría paso a la frustración.
Y es que, todo el mundo pensó que con la incorporación de la repetición televisiva, por fin la polémica y la injusticia serían erradicadas para siempre del balompié; sin embargo, la triste realidad demostró que no sería así.
La percepción generalizada fue que el VAR trajo más problemas de los que vino a solucionar. Dicho sentimiento se desprende, desde mi punto de vista, de dos situaciones muy particulares: 1) Siendo las reglas del futbol, desde el comienzo de los tiempos, muy simples, el protocolo del VAR no responde a ese principio; es decir, resulta muy complejo y 2) Ha sido muy difícil generalizar su correcta aplicación, cediendo a la predecible tentación de caer en los excesos, hacienda uso y abuso de él en el mundo entero; y México, no ha sido la excepción.
La llamada “gente de pantalón largo” metió su cuchara y a algún integrante de la casta balompédica dominante se le ocurrió afirmar que: “El VAR es un juguetito muy caro y hay que sacarle provecho”… Y ahí estuvo la tarugada, con la que se empezó a desgastar el, ya de por sí complejo, novedoso invento.
¡El VAR no es ningún juguetito!, es una herramienta para poder revertir los “Errores claros obvios y manifiestos del árbitro”, precepto que ha quedado en el abandono; toda vez que, con la sugerencia de los directivos, se desvirtuó, para dar paso a que ahora se revisen prácticamente todas las decisiones de los colegiados, cambiándole la esencia al futbol.
Así, tal parece que los asistentes de línea son invitados de piedra a un partido, dando la impresión de que “se tiraron a la hamaca”. Del mismo modo, los encargados de manejar el VAR, desde el camioncito, lo han convertido en un detector de faltas, mientras que los silbantes han permitido que, desde el ahí, les arbitren el partido.
El lema del VAR: “Mínima interferencia; máximo beneficio” ha pasado a la historia… ¡Por perseguir los fines… nos hemos olvidado de los principios!
Eduardo Brizio
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