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Las reglas y los reglazos
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Eduardo Brizio

18, enero 2019 - 0:53

Las reglas y los reglazos

Pobre futbol

Las posiciones se han polarizado entre todos aquellos que quieren y aman al futbol. Víctima del hartazgo, el respetable se decantó por un nuevo sistema de juego que prometiera mejorar el nivel balompédico en nuestro país.

En el papel, el novedoso método consiste en hacer un cambio radical, erradicando viejos vicos que le aquejan; tales como: “la multipropiedad, el pacto de caballeros, los dobles contratos y el excesivo intervencionismo de los promotores” que le han impedido el pleno desarrollo y la competitividad.

A cambio, promete bajar los gastos excesivos; procediendo de inmediato a reducir el sueldo de todos los futbolistas, de manera que ninguno gane más que el Director Técnico del equipo de todos. Así, al grito de “viva la austeridad”, algunos integrantes de la gran familia del futbol, se quedaran sin chamba.

Aunque los dueños del balón estaban muy entusiasmados con la construcción del nuevo estadio, que prometía ser uno de los más: modernos, bellos y funcionales del planeta, la nueva administración optó por pregúntale su opinión a la afición, que es sabia y casi nunca se equivoca. El resultado de la consulta fue la suspensión de la magna obra balompédica, fragmentando aún más los intereses entre los tenedores de palcos y el público de sol.

Sin embargo, no todo ha sido miel sobre hojuelas. Repentinamente, el vital líquido empezó a escasear en la mayoría de las plazas. Con los estadios repletos de partidarios de cada uno de los equipos contendientes, se hacía evidente, en las tribunas, la ausencia de aquel insigne personaje que grita: “Cervezas… refrescooos”.

Mientras la nueva administración aseguraba que “no había desabasto” de chelas, el respetable hacía, en algunos estadios, largas filas para tener la dicha inmensa de paladear el amargo elixir… aunque estuvieran calientes, algo es algo.

En ésas estábamos cuando, inesperadamente, en un intento de erradicar la violencia de los estadios, la superioridad decidió delegar todo el poder para lograrlo en el cuerpo arbitral.

Si bien es cierto que los índices delictivos alcanzados en los estadios ya son intolerables y agravian a la mayoría de los aficionados. También lo es que “los hombres de negro” se han ganado a pulso una mala reputación, debido a la prepotencia con la que proceden, dejando muchas veces de lado los derechos que, como humanos, tiene el público que paga su boleto por ver un partido de futbol.

Así, entre dimes y diretes, alabanzas y descalificaciones, buenos y malos, ricos y pobres, nunca vamos a llegar al quinto partido… pobre futbol.