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8, marzo 2017 - 9:37

┃ Guillermo Martínez

Nota-Box-Jackie-Nava

 

Apasionada de los deportes, inquieta y activa mujer que nunca ha cedido ante los retos más difíciles.

“Una semilla de la vida”, así se identifica la boxeadora Jackie Nava, que es el título del libro que está leyendo.

La tijuanense se ha fajado en la vida, viene de cuna humilde, pero con derechazos e izquierdazos derribó fantasmas y muros.

Carencias encontró en su navegar, pero no fueron un lastre, fueron las cadenas que rompió para triunfar y ahora ser la portavoz de la mujer, en el deporte, en la política.

Hija de un mecánico automotriz, a sus 12 años Jackie soñaba en ser admirada y reconocida.

No tenía los métodos, pero los fue descubriendo poco a poco, primero con el lima lama, un arte marcial que era en su tierra. Posteriormente el kickboxing, donde comenzó a ganar popularidad por sus triunfos.

“Hacía ejercicio para bajar de peso, pero nunca para verme bonita. Cuando no tienes muchas cosas en la vida, con lo indispensable buscas abrirte camino. Afortunadamente nunca he sufrido discriminación por estar dedicada al deporte. Eso me ayudó a valorar cualquier disciplina”.

Foto: Moisés Rosas

Estudiante de arquitectura, su juventud fue entrenar y  ayudar con algo de dinero en su casa.

“A pesar de que fueron momentos difíciles, era muy alegre y quería que mis otras hermanas tuvieran un mejor porvenir. También hice atletismo, hasta que el entrenador Miguel Reyes me dijo que tuviera una pelea en boxeo, sin pensar en que llegaría a ser campeona mundial”.

Siempre bien organizada en sus quehaceres donde incluía preparar a sus hermanas para la escuela y de sus tareas propias.

“Mi papá siempre me dijo que primero era la casa y estudiar. Por eso no tenía tiempo de ir con amigos a bailar o de fiestas. El deporte fue el escaparate para mostrarme como una mujer valiente, aunque también sufrí de soledad. Pero son detalles de la vida que conservas y que no quieres para tus hijos”.

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Poco a poco el éxito llegó a su existencia, a su anhelo de llevar algo de dinero a su hogar.

“Las peleas comenzaron a darme una gran estabilidad. Nunca fue mi intención ser campeona, sino ganar para solventar gastos de la familia cuando a mi papá le dio cáncer, además de dejar algo para ir a la escuela, que no quería dejar. Gracias a mi tenacidad de sobresalir, en seis semanas aprendí a boxear y gané mi primera pelea. Después vinieron más”.

Siendo de las pioneras del boxeo femenil, cumplió la promesa a su padre de ser campeona mundial, ya con el sobrenombre de Princesa Azteca.

“Cada golpe, cada suspiro de sueños y cada rasguño son enseñanzas en un mundo que no era para la mujer. Así me abrí paso y seguí superándome pelea tras pelea. Por el boxeo aprendí a creer en mí, en mis semejantes y en noquear al miedo. Fue una forma de cambiar de espectadora a subir al ring y ganar. Además de una forma de decir que las mujeres también podemos salir adelante cuando las necesidades en tu hogar son más que la felicidad”.

Una mujer que reta a su sombra, que se mueve rápido, con astucia y grandes logros, pero que envuelve la dulzura de ser madre.